domingo, 11 de marzo de 2012

EL MUNDO DE LA PROSTITUTA


La cultura de la prostitución, como todas las culturas, está compuesta por una serie de otros “yo” significativos que reclaman el tiempo, la energía y el afecto de la prostituta. La entrada en este mundo exige a la prostituta que efectúe abundantes modificaciones en los mecanismos mediante los cuales ella define a los demás. Estas nuevas definiciones invalidad irremediablemente muchas de sus antiguas y más tradicionales definiciones. Pero las viejas definiciones pueden todavía ejercer una influencia latente en la prostituta, y hacer que quede enredada por ellas, de una u otra manera, precisamente cuando más metida está en su nueva experiencia.
El mundo de la prostituta se halla compuesto por otras prostitutas, por clientes, alcahuetas y terceros; en algunos casos, por proxenetas, y en otros, por amantes lesbianas, y finalmente por policías y otros agentes del orden. Las relaciones con otras prostitutas son enormemente complejas, per parecen llevar consigo en todas las circunstancias un nivel no despreciable de antipatía y explotación mutuas. El contenido de las conversaciones suele limitarse a la vida profesional, ya que la esteriorización de la personalidad a otros niveles invita a la explotación, dada la creciente vulnerabilidad social de la prostituta. De todas maneras, el hecho de que comparta un tipo especial de alienación y el distanciamiento social de la sociedad convencional en que se encuentra fuerzan a la prostituta a relacionarse más con las restantes protitutas, ya que no hay otras personas con las que pueda compartir la casi totalidad de su experiencia diaria.
Las relaciones con los clientes son igualmente difíciles. Se manejan con mucho mayor facilidad cuanto menos se asmejan al tipo de relaciones normales, cuanto menos características poseen de este tipo de relaciones. Así, la muchacha del burdel, que vive en un mundo hecho de otas prostitutas y que sirve a una clientela de clase baja, es menos propensa a crear lazos con los clientes y los ve muy fácilmente como una serie de objetos reemplazables. La call girl (cuyo teléfono conocen clientes escogidos), por el contrario, debido a que ha de aparecer en público con sus clientes de manera que aparente ser absolutamente normal, corre el riesgo de comprometerse emocionalmente con ellos. Este lazo emocional se expresa en solicitudes para que paguen los honorarios de abogados, las fianzas o, en general, para que les ayuden cuando tienen problemas lo que da como resultado típico un intenso odio cuando no lo hacen. En tales casos, y debido a que subsiste aún un residuo de la antigua relación, está claro que la prostituta no ha realizado una separación total entre su vida profesional y su vida personal. El fracaso en lograr una separación del tipo señalado puede explicar también por qué las call girls manifiestan a menudo más profundos sentimientos de antipatía ante sus clientes que las prostitutas callejeras o de bar. La dificultad del papel de la call girl se complica aquí con su posible origen de clase media, por lo que puede estar más comprometida con la ética del amor y ser más vulnerable a la desilusión.

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