domingo, 11 de marzo de 2012

LA PSICOPATOLOGÍA ENTRE LAS PROSTITUTAS


Se pueden concebir todos los tipos de desviación de la normalidad al menos como parcialmente causantes del desarrollo de una psicopatología importante. Una de las principales funciones de la cultura de la prostitución es minimizar este potencial proporcionando un sistema de otros “yo” significativos que hacen el papel de la comunidad y la cultura. Aunque se conocen bastantes pruebas de la existencia de una psicopatología entre las prostitutas, esta queda probablemente reducida gracias a la existencia de la cultura de la prostitución. Al mismo tiempo, la existencia de esta cultura significa que se produce una reducción en la capacidad de la prostitución para retornar a la sociedad normal.
El potencial principal de formación de la patología se encuentra en la amalgama de sexualidad y dinero a su nivel más explícito, lo que se complica con la naturaleza de los métodos de control que la sociedad invoca. Debe aclararse que dicha patología, tal y como de hecho existe, se halla distribuida de manera desigual, y probablemente se da con mayor frecuencia entre las mujeres de clase media que ingresan en la profesión que entre aquellas que llegan a ella desde otro tipo de origen social.
Una de las figuras destacadas en el mundo de la prostituta y que tiene una gran importancia el la del rufián o chulo. Según Jean-Gabriel Mancini, abogado en el tribunal de apelación de París, el chulo es el verdadero responsable de la prostitución. Por lo general, es él quien, habiendo seducido a la muchacha, la obliga a prostituirse y a entregarle la mayor parte de sus ganancias.
Según los especialistas, el 80 % de las prostitutas tienen un rufián. Este se caracteriza por rechazar toda ocupación habitual y por el uso de la violencia con respecto a la prostituta, para obligarla a una rentabilidad máxima. A veces un hijo natural que la chica trata de criar sirve de medio de chantaje a su rufián: si ella no aporta suficiente dinero, le quitará el hijo. Sin embargo, no está ausente la afectividad en la pareja que forman la prostituta con su rufián: <<lo que se hace por `trabajar' no puede llenar el corazón, decía una de ellas a un periodista, ¿por qué no habríamos de tener también nosotras un marido como las demás mujeres? También yo tengo necesidad de amar. Si no fuera así, no necesitaríamos un rufián>>.

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