domingo, 11 de marzo de 2012

HISTORIA DE LA PROSTITUCIÓN


El concepto de prostitución a variado tanto según las épocas, como los pueblos y hasta desde el punto de vista jurídico, social y médico. Actualmente el concepto se ha extendido tanto en el campo de las investigaciones que según algunos autores como Wuttke afirman que existe la prostitución incluso en las especies animales.
En el género humano la prostitución se encuentra definida en las antiguas leyes atenienses. Solón su primer organizador le da como caracteres la variedad de individuos a los que se entrega la mujer.
En los tiempos de Roma el concepto se comprueba a través de las palabras de “quaestuosa” o que solicita, y “meretriz” o que comercia. La diferencia entre meretriz y la mujer de prostíbulo es que la primera ejerce su comercio clandestinamente y la segunda lo hace públicamente.
Las inscripciones Pompeyanas y algunos textos legales de su época excluyen del concepto de prostitución a la mujer adúltera o a la mujer que tiene un amante per incluyen a la mujer que mantiene relaciones clandestinamente.
Las leyes de Digesto no hablan para nada de la prostitución masculina hetero y homosexual, tan común sin embargo en la antigüedad, en cambio separa en la prostitución femenina los conceptos de prostituta vulgar ó “mullier quaestuaria” de los de concubina o que vive únicamente con un soltero.
Las ideas cristianas fijaron ante todo el punto de vista de la promiscuidad sexual para caracterizar la prostitución según se ve en una carta de San Jerónimo en la que se define a la prostitución como la que se entrega al vicio de muchos.
El derecho germánico no separó, como el romano, las diversas variedades de comercio carnal fuera del matrimonio, sino que las confundió todas en el mismo concepto limitándolas, sin embargo, a las mujeres libres y no a las esclavas. De estas fuentes legales nacieron las diversas definiciones desde el siglo XVII y que se han recopilado en un sin fin de publicaciones.
Existen indicios de que ya en los tiempos prehistóricos existía la prostitución, según las afirmaciones de algunos investigadores que llegaron a esta conclusión tras la observación de pintura rupestres.
En la Edad Antigua, Solón, político Ateniense creó unas leyes de organización para el estado, el objeto de las leyes solonianas era proteger el matrimonio y evitar el adulterio que castigaba con pena de muerte, las mujeres libres no eran admitidas en la clase de las prostitutas que se reclutaban exclusivamente entre las esclavas extranjeras, éstas debían pagar su contribución al estado en gran parte para la erección del templo de “Afrodita Pandemus”. Sin embargo aparte de la prostitución oficial existía una pribada libre de las HETAIRAS Y CONCUBINAS, cuya frecuentación no tenía nada de vergonzoso ni aún para los casados.
En los tiempos de Roma no se halla reconocida la prostitución hasta el siglo III a. De C, la extensión de la prostitución a Roma se debió al rigor de las leyes contra el adulterio y la seducción, que persistían aún durante el reinado de Augusto. Las guerras y conquistas de los romanos al aumentar enormemente el tráfico de esclavos favorecieron como consecuencia la prostitución.
Ésta se ejercía desde la infancia educando a propósito a las destinadas a ella y por cuenta de mercaderes o lenones de ambos sexos, se observaban una serie de condiciones como en un contrato cualquier, pudiendo liberarse las prostitutas por un precio fijo que pagaban sus amantes, se cree que en aquellos tiempos hubo de alcanzar la cifra de aquellas mujeres una proporción mucho mayor que en la actualidad.
No solamente en Roma sino en Corinto, Alejandría, Neápolis, Bizancio, Antioquía y Cartago, se contaban innumerables prostitutas, ya en barrios especiales ejerciendo libremente su oficio, generalmente como danzarinas y flautistas. No faltaban fiestas, a veces, con carácter religioso y a las que concurrían aquellas como las célebres Afrodisias y Dionisiacas, Floralias y Bacanales. Las cenas con mujeres de tal condición conservaban el nombre griego de SYMPOSION, eran frecuentes y muy a la moda reconociéndolo autores como por ejemplo Cicerón.
También existían algunas costumbres que se asemejaban a las modernas como la de los “Restaurantes galantes” o “Escuelas de Flautistas”
Los baños y termas eran asimismo punto de reunión de mujeres galantes y de los petrimetres de la época, conocidos por ARDELIONES. En los molinos, las tahonas, tiendas de vinos y aun en las calles y plazas eran comunes las escenas de prostitución por parte de las ALETRIS, ALICARIAE, AMBULATRICES Y NOCTILUCAE.
Había templos especiales, como el Isis de Romaque no eran mas que lugar de citas como también lo eran los Pórticos, Anfiteatros, las Arenas y aun los Cementerios conocidos son los lupanares de Pompeya y Herculano o casa de un solo piso, con cinco habitaciones reducidas, alrededor del vestíbulo pinturas e inscripciones obscenas y en la parte alta una sala y diversos aposentos con salida separada por otra escalera todo lo cual daba al lugar una atmósfera pesada, fétida y oscura. Estos lugares no eran constantemente habitados, sino simplemente alquilados de momento existiendo, no obstante, casas de habitaciones permanentemente con sus rótulos en las celdas expresando el nombre de guerra de las mujeres.
Se les consentía una serie de adornos sea de joyas o de riqueza de vestidos, predominando los colores púrpura y azafrán, los vestidos transparentes, las cadenas de oro, los pendientes, cinturones todo ello realizado con piedras preciosas. No era raro por otra parte el abuso de bebidas alcohólicas ni tampoco infrecuente el uso de abortivos de toda clase.
Los precios podían llegar a ser exorbitantes y tampoco eran raros los grandes regalos como dos colmillos de elefante de l0 pies de largo entregados por el emperador romano Carino a una mujer para que construyera con ellos una cama.
En la Edad Media no se rompió con las tradiciones de la antigüedad en lo referente a la prostitución, adoptando, por el contrario, muchos de sus puntos de vista. Se aprecia más bien una transformación gradual que una verdadera reforma en tan importante problema social por parte de los Gobiernos, filósofos y moralistas de la época. Donde más claramente se observa esta continuidad es en el Imperio bizantino, como puede colegirse de los escritos de Procopio y de Miguel Psellos.
La capital de los emperadores de los antiguos ofrecía en el barrio de Gálata el aspecto de los antiguos centros de prostitución de Grecia y Roma: lo propio puede decirse de Chipre y de Creta, que se hicieron célebres en este sentido, mencionándolos los viajeros extranjeros como Ibn batuta. La influencia de la prostitución bizantina se hizo sentir, asimismo, con todos sus refinamientos en el mundo musulmán. Las conquistas de los árabes en Siria y Egipto, tuvieron como consecuencia la adopción de costumbres del vencido, y así, la capital islamita de damasco parecíase en un todo a una ciudad griega. En general, la prostitución en las ciudades medievales y especialmente las del Norte, adoptó la forma cerrada de los burdeles, aunque no faltaban casos de la ambulante en forma de danzarinas o tafiedoras de harpa y cítara.
Entre los árabes se encontraban tales artistas con el nombre de mumisa , voz derivada del griego mimás, siendo muy celebradas en las poesías árabes como el diván de Mutalami. Los judíos habían mantenido las prohibiciones seculares de los libros sagrados con respecto a la prostitución, aunque la influencia griega se había traducido en una tolerancia muy extensa en la práctica. Flavio Josefo menciona ya la existencia de numerosas prostitutas, por más que no parece hubiera una verdadera organización de las mismas entre el elemento exclusivamente judío. Si el Talmud menciona casos que recuerdan las costumbrs grecorromanas, es sólo por efecto de la influencia de las mismas, existiendo sectas intransigentes como las de los Esenios que vedaban toda relación sexual ilícita. La sociedad cristiana no adoptó el punto de vista ascético y por tanto prohibitivo, sino que estableció la tolerancia desde los primeros tiempos, no faltando, con todo, sus protestas y reacciones momentáneamente victoriosas.
En general las prostitutas de la edad Media ejercían su comercio como gremio reconocido, figurando en las entradas solemnes de príncipes en las poblaciones festejándoles con ofrendas de flores. No era infrecuente tampoco que las visitasen entonces grandes dignatarios, que, por otra parte, las obsequiaban con regalos para bailes y festejos. Tal ocurrió en Viena durante el reinado del emperador Segismundo en 1435 y en Praga en el del emperador Alberto II.
Las ordenaciones acerca del comercio de las prostitutas eran tan comunes como minuciosas, negándoseles, sin embargo, el derecho de ciudadanía a partir del siglo XV. Se las obligaban a usar trajes especiales, separándolas de las mujeres honradas incluso en las tumbas, se les reservaba lugar aparte en las iglesias. No debe olvidarse tampoco que la escasa población y menor riqueza de las ciudades medievales impidieron el lujo y esplendor que acompañó al desarrollo de la prostitución en Grecia y roma. Sólo en el Oriente Bizantino e islamita se hallan ejemplos que recuerdan los de las modernas urbes mundiales en esta parte. Donde más parece haber concentrado el ejercicio de la prostitución es en las grandes villas universitarias, como Padua, Florencia, París, Heidelberg, Oxford y Salamanca.
Los moralistas no cesaron de clamar contra esta proximidad, cual lo demuestran en el siglo XIII las invectivas de Jaime de Vitry. Lo propio se observa en Italia por parte de Eneas Silvio y del Panormita, condenando la inmoralidad de los estudiantes de Siena. Era deber de los rectores vigilar que los estudiantes no salieses de noche para evitar la frecuentación de tales mujeres. Sin embargo, tales disposiciones eran poco respetadas, renovándose sin cesar con los abusos y escándalos, que se venían sucediendo.
La influencia de la prostitución ambulante en las ferias y mercados es uno de los rasgos característicos de esta época que excedió considerablemente a la antigüedad en tal concepto. Lo propio puede decirse de las grandes fiestas populares, como las de los Santos, de Pascua y Carnaval, de los torneos, de las cortes, peregrinaciones y romerías.
En cuanto a las grandes expediciones militares, como las de las Cruzadas, no hay que decir que los puertos de mar, como Hamburgo, Venecia, Nápoles y Lisboa, eran un centro de una enorme prostitución, como lo atestiguan las poesías de la época. No poca influencia ejercieron también en ella las gentes de condición servil, que no dejaron de existir en toda la Edad Media. Así, en Bizancio, a pesar de las prohibiciones de la emperatriz Teodora, hubo un gran tráfico de esclavas, lo propio que en Italia y en Grecia, no obstante renovarse los edictos persiguiendo tan vergonzoso trato. En las mancebías estaban tratadas las mujeres como verdaderas esclavas, y lo propio acontecía en todo el Oriente musulmán, lo que se refleja en la literatura de aquel tiempo.
En la Edad Moderna, a pesar de la influencia del Renacimiento y del descubrimiento de América, pocas modificaciones introdujo en tal estado de cosas. La aparición del terrible mal gálico o de Nápoles, coincidió con las guerras de Italia que trajeron como consecuencia la diseminación por todo el continente de las prostitutas de aquel país. Las obras de buenaventura-Desperiers, lo propio que la de Béroalde de Verville, enseñan hasta que punto la moda italiana se había enseñoreado de Francia, y otro tanto puede decirse de España, donde todo los transalpino hallaba acogida favorable.
Las regulaciones introducidas para combatir el contagio venéreo, se tradujeron en reglamentos contra la prostitución, que no hacían más que repetir los antiguos. Aquella triunfaba en realidad, no ya en las grandes ciudades solamente, sino en las mismas cortes, como de ello dan ejemplo la disolución de la de los Valois y los Médicis. El fausto y la ostentación de las favoritas de los monarcas y magnates, como Diana de Poitiers, Gabriela d' Etrées y tantas otras, no eran para desarraigar el vicio cada día más extendido. Las riquezas del Nuevo Mundo, aumentando las que ya existían por el comercio de Oriente, hicieron crecer el número de mujeres galantes, figurando en ellas sin pudor alguno, incluso damas de renombre en Italia.
El siglo XVII no sólo presenció la prostitución femenina, idealizada, por decirlo así, en la persona de Marión Délorme, sino que toleró el escandaloso espectáculo de la prostitución masculina, como de ello ofrecen ejemplo los meninos de Luis XIII y las anécdotas de Taillemant des réaux. Ningún país se vió libre de tales escenas, que verdaderamente subieron de punto en el reinado de Luis XIV y la Restauración inglesa. Las pinturas del conde de Gramont, las obras festivas de Quevedo y las sátitras de Pope y Prior demuestran lo escandaloso de la prostitución en todas las esferas sociales.
Lo propio cabe decir del siglo XVIII, inaugurado con la corrupción de costumbres de la regencia. Felipe de Orleans y el duque de Borbón precedieron sólo en sus liberalidades a las favoritas a los días de Luis XV y del Parque de Ciervos. Si a veces una feliz casualidad hacía cuando menos dorar por los esplendores del arte la bajeza del vicio en regias amantes, como la marquesa de Pompadour, las más de las veces no conducía sino a ruinosas prodigalidades. De ellas dieron ejemplo con sus mancebas el rey Augusto de Sajonia y el célebre ministro conde de Bruhl, que consumieron las rentas de sus estados.
La condición del promedio de las prostitutas no había variado mucho, sin embargo, viviendo la mayor parte de ellas en la mayor miseria, tiranizadas sus amas y sujetas a la arbitrariedad de la policía. Si en algún país, como Inglaterra, escapaban a la vigilancia gubernativa, por no existir legalmente en esta parte, su estado no era mejor en el fondo. De ello dan ge las comedias de Gay y las sátiras y libelos de la época, como los de Jonhson y Francis.
Entre las gentes acaudaladas y la clase nobiliaria el hábito de las cenas galantes contribuyó en gran manera a difundir la prostitución con apariencias más cautivadoras e inofensivas. Sin embargo, el número de mujeres entretenidas era verdaderamente asombroso en las grandes capitales, algunas de las cuales, como Venecia y roma, no eran más que centros de cortesanas, como se ve en las obras de Rousseau y de Casanova.
La tormenta revolucionaria francesa no acabó con la prostitución, como de ello dan ejemplo las obras históricas de los Goncourt, y sabido es el alcance que tomó durante el directorio, donde se plagiaron a su manera las costumbres grecorromanas.
Consolidada ya la paz europea y con el advenimiento de un nuevo estado de cosas, cesaron los escándalos de prostitución en las altas esferas, pero no por ello dejó de existir en otra forma. La fama de las entretenidas y mujeres galantes francesas, tan popularizada en las obras de dumas y de Murger, fue vervaderamente universal. La idealización del tipo de la pecadora por amor comenzada en la Manou Lescant y renovada en la Dama de las camelias, dio nuevos aspectos al problema social que estudiamos. Sea como quiera, la organización de las prostitutas no varió en lo esencial a pesar del cúmulo de reglamentaciones en todos los países, hasta llegar a la ausencia completa de ellas, como en la América del Norte. En cuanto a las dilapidaciones y prodigalidades con tales mujeres no dejaron de existir, alimentando la crónica escandalosa de la época, como lo atestiguan los nombres de Lola Montes y de Cora Pearl.
La prostitución de menores, la única perseguida por la ley, iba tomando, sin embargo, nuevos vuelos; no cesando de clamar contra ella los moralistas de todos los países.
Acerca de la prostitución entre los pueblos primitivos, hay que distinguir, ante todo, entre prostitución como plaga social, en el sentido que se le da comúnmente en nuestros días, y prostitución de carácter religioso, tal como existió en algunas de las civilizaciones primitivas, como Egipto, Fenicia y Babilonia.

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